
Florero de terracota con limón
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Arraigada en la serenidad alpina de Chiavenna y formada por una devoción de toda la vida al arte visual, Elena Milani es una artista de la cerámica cuya obra evoca los profundos ritmos de la naturaleza y la quietud filosófica de la estética oriental. Inspirándose en formas orgánicas, materiales ancestrales y la influencia poética del bailarín de Butō Masaki Iwana, las creaciones de Milani son exploraciones meditativas de la esencia, la fragilidad y la presencia. Desde prestigiosas exposiciones hasta instalaciones permanentes, sus vasijas de cerámica tienden un puente entre el arte y la vida, el silencio y la sustancia, ofreciendo un diálogo táctil entre la humanidad y el mundo natural.
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Elena Milani, nacida en 1981 en un pequeño pueblo a los pies de los Alpes Oróbicos, vive y trabaja en Chiavenna, localidad de la provincia de Sondrio (Italia).
Desde muy joven demostró un gran interés por las artes visuales. Persiguió esta pasión matriculándose en escuelas de arte, primero en un instituto de arte y más tarde graduándose con honores en Escenografía en la Academia de Bellas Artes de Brera, en Milán. Tras sus estudios, completó un curso de formación profesional en gráficos multimedia y empezó a trabajar como diseñadora gráfica.
Insatisfecha con el entorno profesional y social, que encontró creativamente limitante, optó por convertirse en autónoma y trabajar de forma independiente como decoradora y artista.
En 2018, descubrió la cerámica -casi por casualidad- y fue amor a primera vista. A partir de ese momento, decidió invertir plenamente en su carrera artística como ceramista, estudiando con varios destacados ceramistas italianos para perfeccionar sus técnicas y profundizar en el conocimiento de los materiales cerámicos.
A lo largo de los años, muchas figuras han influido en su obra, entre las que destaca Masaki Iwana, renombrado bailarín japonés de Butō, cuya filosofía y estética influyeron profundamente en su sensibilidad artística, especialmente en su aprecio por el arte oriental. De Iwana, Elena absorbió un profundo respeto por el mundo natural, una afinidad por el esencialismo y un abrazo poético del vacío como presencia -lo que él llamaba "la intensidad de la nada".

Observar la naturaleza revela mundos inmensos en los espacios más pequeños. Así es como se alimenta mi curiosidad: con las formas increíblemente diversas que descubro. La biodiversidad es rica y compleja. Dibujar estas formas, estudiar sus estructuras tridimensionales, se convierte en una fuente de descubrimientos diarios, grandes y pequeños.
Desde 2003, Elena Milani ha expuesto en numerosas muestras individuales y colectivas, incluidas exposiciones individuales en el Museo Ken Damy de Brescia, el Festival Internacional de Fotografía de Quito (Ecuador), Officina Fotografica de Milán y la Casa del Pellegrino de Civate (Lecco). Una de sus obras de land art se presentó en la EXPO Milano 2015.
Más recientemente, ha participado en grandes eventos como la Exposición Internacional de Cerámica y Mobiliario de Baño Cersaie de Bolonia, el Salón de la Alta Artesanía Italiana en el Arsenale de Venecia y el Salón del Mueble de Milán. En 2025, participó en Doppia Firma, un proyecto de la Fondazione Cologni para la excelencia artesanal, durante Fuorisalone.
Una de sus obras está instalada de forma permanente en la Fundación Giacometti de Bregaglia (Suiza).

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Para mí, estudiar una forma significa llegar a su esencia. ¿Qué debe quedar de esa forma para que se evoque la esencia de lo que quiero transmitir? ¿Qué es redundante? ¿Qué es innecesario? ¿Qué puede eliminarse?
Para Elena Milani, el acto de crear comienza en el silencio. Ya sea trabajando o descansando, busca momentos de quietud, espacios que la llevan de vuelta al jardín que ha convertido en su refugio personal. Es allí, entre formas naturales siempre cambiantes pero intemporales, donde arraiga su proceso artístico. Sus cerámicas nacen de esta mirada atenta: recipientes moldeados por la biodiversidad, la curiosidad y el deseo de sentirse parte de algo más antiguo y más grande que las construcciones humanas.
El enfoque de Milani es el de la sustracción. En esta disciplina, el material se convierte en protagonista. Forma, grosor, línea y textura se equilibran precariamente, y lo ausente adquiere tanto significado como lo presente.


Entre sus colecciones más íntimas se encuentra TERRE (2023), concebida durante una grave sequía. Mientras su jardín se marchitaba y los árboles morían, Milani experimentó en carne propia la fragilidad del ecosistema. La serie habla de esa pérdida: vasijas de arcilla oscura, partidas antes de secarse, cuyas mitades se deforman y ya no encajan. Se forman huecos que se unen torpemente con grapas de acero en un acto simbólico e imperfecto de reparación. Sus superficies, texturizadas con cerámica triturada, recuerdan la piel seca y vibrante de la tierra. Y sin embargo, cuando se llenan de flores frescas, estas formas rotas vuelven a respirar vida, como un campo en primavera.
A través de cada pieza, Elena Milani nos invita a una tranquila conversación: entre lo humano y lo natural, lo roto y lo sagrado, lo visible y lo que yace justo debajo.

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