Carlo Mollino nació en Turín en 1905. Creció en el seno de una familia culta y acomodada, y desde muy pronto mostró interés por el arte, la fotografía, la aeronáutica y el diseño. Tras licenciarse en arquitectura, empezó a explorar diversos campos creativos, no sólo diseñando edificios, sino también muebles, iluminación e interiores. Los primeros años de Mollino estuvieron marcados por una tensión entre la formación arquitectónica clásica y el deseo de ir más allá de las formas tradicionales, experimentando con líneas fluidas, formas escultóricas y espacios atmosféricos.

A lo largo de su carrera, Mollino no sólo diseñó casas y teatros, sino también una gama ya legendaria de muebles, accesorios de iluminación e interiores a medida. Sus piezas jugaban a menudo con curvas sensuales, materiales elegantes y una sutil tensión entre solidez y ligereza, un estilo que desafía cualquier clasificación. Además, Mollino era un fotógrafo consumado -sus imágenes revelan una fascinación por el cuerpo humano, el vestuario, el movimiento y las composiciones surrealistas-, una práctica paralela que refleja la misma audaz creatividad y poesía estética de su arquitectura y diseño. Su obra, amplia e interdisciplinar, contribuyó a dar forma a un nuevo modernismo italiano, basado en la artesanía, la emoción y la libertad artística.