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Un refugio emiliano: Il Borgo del Balsamico

Enraizado en el corazón de Emilia-Romaña, Il Borgo del Balsamico es una expresión viva de la herencia italiana, la feminidad y la elegancia atemporal. Fundada por las hermanas Cristina y Silvia Crotti, esta finca familiar aúna la tradición centenaria de la elaboración de vinagre balsámico con un refinado concepto de hospitalidad: Le Dimore del Borgo, una colección de habitaciones exclusivas que ofrecen una escapada sensorial a un mundo de historia, diseño y naturaleza.

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Hay lugares en Italia donde el tiempo no se detiene. Se asienta. En Il Borgo del Balsamico, enclavado en la exuberante campiña emiliana, el patrimonio no sólo se conserva, sino que se celebra, se vive y se reimagina con gracia. Fundada en 2004 por Cristina y Silvia Crotti, la empresa es una extensión de una antigua acetaia familiar, alimentada pacientemente por su padre desde los años setenta. Con serena confianza y visión creativa, las hermanas han transformado la finca en un santuario del gusto y la hospitalidad.

Aquí, el arte del vinagre balsámico tradicional se combina con la elegancia de una villa noble del siglo XIX, creando un diálogo perfecto entre comida, diseño y lugar. Pero Il Borgo del Balsamico es más que la suma de sus ofertas: es una filosofía hecha tangible, donde convergen la intuición femenina, la sensibilidad estética y la reverencia cultural.

Diez años después de fundar la acetaia, Cristina y Silvia presentaron Le Dimore del Borgo, un refinado proyecto de hostelería que refleja los mismos valores de autenticidad y elegancia. Situada dentro de la histórica finca familiar, la casa de huéspedes consta de ocho habitaciones íntimas, cada una con un carácter distinto, pero unidas por el hilo conductor de una belleza cuidada. Los interiores, adornados con muebles heredados, detalles de mediados de siglo y una sensibilidad ecléctica inspirada en el amor de las hermanas por el arte y la moda, crean un ambiente acogedor en el que cada objeto tiene una historia.

La villa es una residencia catalogada del siglo XVIII, rodeada por un extenso parque que cuenta su propia historia de esplendor botánico. Especies raras como las sophoras y las secuoyas, plantadas a mediados del siglo XIX, marcan el paisaje con un ritmo poético. En primavera, antiguas variedades de rosas florecen y transforman los caminos, pérgolas y espalderas del jardín en paseos aromáticos y reparadores.

Un jardín italiano tradicional ancla la finca, desplegándose hacia un invernadero y una piscina aislada enclavada entre huertos de árboles frutales heredados. Es un entorno en el que cada detalle parece evocar el espíritu de una Italia más antigua, la del lujo tranquilo y los rituales refinados.

Tanto si se visita para degustar los célebres vinagres balsámicos de la finca como si se retira a la serenidad de Le Dimore del Borgo, los huéspedes son invitados a un mundo en el que la artesanía, la memoria y la hospitalidad se entrelazan a la perfección.